Es la tarde de un viernes que parecía no llegar nunca. La actividad empieza a las tres de la tarde pero, como no, antes de lo previsto, a pesar de que Marta me ha avisado, a primera hora no podrá atenderme.
En cuanto veo la furgoneta me acerco, me presento y empiezo a descargar material. En la puerta ya hay algun@s chic@s esperando.
Marta es un torrente de vitalidad y palabras. Mientras va preparando las sillas adaptadas, la bolsa con rodilleras de tamaños varios y unos extraños palos, Marta me explica que, como todos aquellos que en España sufrieron un accidente de consecuencias dramáticas, el presidente de Fundación Deporte y Desafío, deportista nato, tuvo claro tras su nueva discapacidad, que ésta no iba a frenar sus deseos de moverse. Unos años más tarde, empezaba a funcionar la fundación cuyo objetivo principal radica en romper límites mediante la integración social de personas con discapacidad a través del deporte.
La Fundación no solo fomenta la iniciación al deporte adaptado para personas con discapacidad —hoy cuenta con una veintena de programas deportivos impartidos por monitores específicos de cada modalidad— sino que ofrece un respiro para las familias, apostando por que las personas que acuden a las diversas actividades, se relacionen sin tener sus referentes cerca, potenciando así sus habilidades sociales. Trabajan en grupos que suelen ser reducidos sin que haya ningún límite al número de veces que alguien participa en una actividad, aunque siempre tiene preferencia la gente nueva. Cada actividad tiene un coste diferente, del que l@s participantes pagan una pequeña parte. El resto se cubre con la aportación de un patrocinador o con el dinero que se obtiene mediante donaciones, fiestas benéficas, retos, mercadillos, etc. Sus campamentos urbanos ofrecen cursos de ofimática, manejo de internet y redes sociales, ayudando así a añadir valor al curriculum de las personas que participan. La Fundación también organiza jornadas de sensibilización o de voluntariado corporativo, que brindan una ocasión única para acercarnos a la labor de Deporte y Desafío y a la integración de las personas con discapacidad, como su próximo Finde Solidario, el 6 y 7 de mayo.
En 2016, alrededor de 1500 personas con discapacidad y unos 1000 voluntarios participaron en las distintas actividades de la Fundación.
La mayoría de las personas que acude a ellos quiere ofrecer a sus familiares una alternativa de deporte y ocio, en muchas ocasiones desconocida hasta entonces, en un entorno normalizado y controlado.
“Y tú Marta, ¿qué quieres?” le pregunto minutos antes de que quede sepultada bajo la avalancha de participantes que acuden buscando su ayuda cargada de ilusión… y algún que otro temor.
“Visibilidad en los medios. Nosotros no somos una fundación de deportistas que compiten, tenemos menos oportunidades de que se nos conozca y, por lo tanto, menos posibilidades de que toda aquella persona que sufra de algún tipo de discapacidad tenga las mismas oportunidades de descubrir y quizá de integrar algún deporte en su vida.”
“¿Y el nombre?”.
“Pues deporte, por lo evidente, y desafío, por incluir cada vez más deportes, algo que en España, al no tratarse de deportes de competición, es muy difícil.”
Los más asiduos van directos a la estantería de los patines. Los nuevos se quedan de pie, estáticos, esperando sin saber muy bien qué hacer. Les han dicho que esta tarde van a poder patinar sobre hielo, pero desconocen los pasos previos al elegante deslizamiento que han visto en otros.
“¿Me ayudas a ponerme los patines?”
Alberto me saca de mis pensamientos
“¿Sabes qué número de pie tienes?
“44. Y mido 1’86. ¿Soy alto, eh?
Sí, mucho. ¡Deberías darle al baloncesto también! ”
Me vuelvo hacia el reflejo de la pista. El manto de hielo no es el habitual hervidero de brazos y piernas en perpetuo movimiento, a veces incontrolado, otras delicado y esplendoroso. Hay menos afluencia de personas de lo habitual pero, por lo demás, nada indica que ahí esté ocurriendo algo especial: gritos de felicidad —y alguno que otro de miedo— resuenan entre las paredes del Palacio de Hielo de Madrid. Manuel y Marcos están haciéndose un selfie en medio de la pista. Aurora no logra dejar de gritar “No me lo puedo creer, no me lo puedo creer. Lo he conseguido. ¡¡¡Yujuuuuu!!!”. Una vez sentada en la silla adaptada, Eva suelta la mano de su madre y deja que Juan, patinador aficionado y voluntario de la fundación, empuje su silla a ras de hielo. Alicia avanza sin soltar la barandilla, vacilante y asustada, pero decidida.
Sin embargo, yo tengo la sensación de que frente a mis ojos está ocurriendo algo fuera de lo normal. Porque la percepción de la velocidad producida por el deslizamiento sobre el hielo produce un efecto liberador de valor incalculable para quien lleva una vida constreñida por una dependencia física, intelectual o sensorial.
Porque esta tarde, la Fundación Deporte y Desafío ha conseguido normalizar la vida de medio centenar de chaval@s —y no tan chaval@s— haciendo lo que miles de madrileños en fin de semana: pasar un rato con los amigos haciendo deporte, divirtiéndose y finalizar la tarde tomando algo en una cafetería de la zona.
¿Llegaremos algún día a alcanzar una sociedad inclusiva que valore la diversidad y se preocupe de las necesidades de todos sus miembros?
Ismael me mira y sonríe. Parece que está mirando más allá de donde yo me encuentro, pero no. Se acerca balanceando sus brazos con cierto desgarbo, se planta delante de mi y entonces ya sí, clava sus ojos en los míos y me dispara un “Hola soy Ismael. ¿Tú cómo te llamas?”. Sin esperar mi respuesta, me suelta un abrazo de los que te dejan sin respiración.
Como su sonrisa.
Ismael irradia una calidez mansa, inmensa.
Ismael sonríe, saluda y abraza a todo el mundo. Es un relaciones públicas nato. Ismael se enfunda sus patines y empieza a deslizarse con toda la gracia de la que es capaz, agitando su mano a todo aquél que lo esté mirando.
Ismael se me ha metido muy dentro pero eso yo aún no lo sé.