Cinco lugares slow para darse un respiro en Manhattan


Allá por 1980 el gran Sinatra ya cantaba las alabanzas de Nueva York, la ciudad que nunca duerme, uno de los destinos favoritos para viajeros del mundo entero. Pero si, además de no dormir, quieres salpicar tu viaje con un poco de tranquilidad entre tanta actividad, coches, rascacielos y gentío, te invito a que descubras estos cinco lugares al aire libre, alejados del incesante ajetreo de la urbe.

  • HIGH LINE. No cabe duda de que estas antiguas vías de metro elevado resultan ser uno de los parques más originales de Manhattan. Sus poco más de dos kilómetros de distancia te permitirán llegar desde la calle 34 hasta Gansevoort por una ruta alternativa y menos ruidosa que a pie de calle. Una docena de accesos a lo largo del recorrido permiten la entrada o salida del parque en diversos puntos emblemáticos, prácticamente desde Hudson Yards hasta el museo Whitney. Mientras el bullicio queda amortiguado unos metros más abajo, uno puede reposar sentado en alguno de los múltiples bancos construidos a tal efecto, caminar tranquilamente por entre los parterres y árboles del parque o recrearse con las vistas de las oficinas, colegios o apartamentos cuyas primeras plantas dan al High Line. Aunque las luces del anochecer ofrezcan una fantástica instantánea para el recuerdo, una buena idea para disfrutar con tranquilidad del parque es acudir a primera hora de la mañana(el parque abre a la 7am) ¡Quietud y panorámica garantizados!
Atardecer desde el High Line @NGDebourcieu

  • PLAZA HEARST. A primera vista nada deja entrever que, en el lugar en el que hoy se ubica el exquisito Lincoln Center, se hallaba uno de los asentamientos de clase obrera más conflictivos de Nueva York, San Juan Hill, allá por los años 20. Conocido desde hace años por ser uno de los barrios de mayor renta per capita y mayor concentración de expresión artística, en este centro se encuentran algunos de los espacios más representativos de la escena cultural y artística neoyorquina. En la Plaza Hearst del Lincoln Center, parece que el tiempo adquiere un ritmo más sosegado. Resguardada del incesante ruido de los coches por cuatro de los edificios fundamentales que componen este centro cultural, sentarse en la explanada inclinada que asoma a su piscina infinita y contemplar la Figura reclinada de Henry Moore o descansar en uno de los bancos de piedra a la sombra de su pequeña arboleda puede ser experiencias tan auténticas como relajantes. Déjate llevar por el apacible ambiente local, frecuentemente interrumpido con expresiones artísticas callejeras y siéntete como un auténtico Upper West Sider.
Plaza Hearst. Lincoln Center. @NGDebourcieu

De los cerca de 200 parques y jardines que Manhattan tiene registrados hay dos que realmente destacan por su sosiego y su aislamiento.

Vistas de Nueva Jersey
©DebourcieuPhotography
  • GREENACRE. Escondido entre los edificios entre la Tercera la Segunda Avenida, el diminuto Greenacre – es más pequeño que una pista de tenis – lleva más de 45 años deleitando a quien quiera apartarse de la agitación urbana. Construido en varias alturas, a espaldas de un pub irlandés y unos bloques de apartamentos de la calle 52, el sonido de su cascada cubre por completo cualquier ruido de la calle, invitando a la calma, la relajación y la armonía. No en vano el parque fue diseñado por dos paisajistas de origen japonés, Hideo Sasaki y Masao Kinoshita, destilando rollo zen por los cuatro costados. Sentarse a la sombra de su pérgola, resguardarse bajo sus árboles, admirar los colores de los arces en otoño, reponer fuerzas con algún plato del Carol Café o sencillamente cerrar los ojos y desconectar, son algunos de los sencillos lujos inesperados de este pequeño oasis urbano. Sin lugar a dudas el lugar con más calma de todo Manhattan.
Parque Greenacre. ©DebourcieuPhotography
  • ST. LUKE IN THE FIELDS. El jardín de esta pequeña iglesia anglicana del Village, la tercera más antigua de Manhattan, es otro tesoros escondido en el que darse un respiro. Encajado entre un bloque de apartamentos, el patio trasero de unas casas y el jardín privado de la rectoría, los muros de ladrillo parcialmente cubiertos de hiedra te aislarán de toda la agitación metropolitana. Resguardada entre estas paredes y gracias a la orientación del terreno, en primavera prolifera una gran variedad de aves y mariposas, que suman su colorido al de la floración de árboles y plantas. Pero, independientemente de la época del año, verás que la gente local aquí viene a pasear, leer o a degustar su comida sentada en alguno de sus bancos donados por amigos del lugar, buscando un emplazamiento lejos del mundanal ruido para darse un respiro. ¿No te apetece hacer lo mismo?
Jardín de Saint Luke in the Fields
©DebourcieuPhotography
  • IRISH MEMORIAL. Sin llegar a ser tan tranquilo como los dos anteriores, invita, cuando menos, a la reflexión e introspección. Concebido tanto como homenaje a los emigrantes irlandeses que llegaron a las costas americanas huyendo de la Gran Hambruna, como monumento a la concienciación del hambre en el mundo, este parque de bolsillo no te dejará indiferente. Su diseño, su cabaña -trasladada piedra a piedra desde Irlanda- y su flora te transportarán a la campiña irlandesa de otra época mientras que la base sobre la que reposa, con sus citas temáticas recordando el hambre que sigue asolando parte del mundo, te asombrará por su modernidad y estilo. Situado al norte de Battery Park, dista unos pocos metros de Tribeca y el One World Trade Center, por lo que se convierte en el lugar perfecto para salir del trasiego urbanita y bajar el ritmo mientras disfrutas de unas vistas inmejorables al río Hudson y a Nueva Jersey.
Parque Irish Hunger Memorial
©DebourcieuPhotography

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