Con la Olimpiada a poco de comenzar y la Paralimpiada a un mes escaso, parece que el deporte está en boca y mente de todos. Y quien dice deporte, dice esfuerzo.
Desde que aprendemos a caminar, a hablar, a sobrevivir a nuestros propios intentos de suicidio involuntario cuando pretendemos volar sin capa por ese tramo de escaleras, la vida es un mar de esfuerzos y de retos.
Dentro de poco hará 2 años que corrí mi primer —y único— triatlón.
Fue un plan de pareja bastante repentino.
—“¿Qué hacemos en vacaciones? Ya no queda nada.
—Yo tengo que correr un olímpico para entrenar Cozumel…
—Mmmm,ya… ¿y hay algo más asequible para una novata?
—Sprint y Súpersprint.”
Dicho y hecho. Tiramos de internet, nos hicimos con un calendario de la revista Triatlón, vimos un lugar apetecible y nos apuntamos a uno de los triatlones de la TriWhite Cup.
Ese verano, como no podía ser de otra manera, mi regalo de cumpleaños fue una bici de carretera —un motorcillo para darle un poco de alegría a la natación me habría venido de perlas, pero no hubo suerte…
El caso es que entrené y corrí Carboneras.
Salí del agua la última.
Literal.
Hacía mucho tiempo que no era la última en algo.
Y es que soy un paquete nadando —quiero decir…¡tengo un margen de mejora bárbaro!—
Por suerte, la bici y la carrera a pie se me dieron mejor.
Os preguntaréis que a dónde quiero ir a parar.
Pues a que, en el deporte como en el trabajo, en las relaciones… en la vida, hay que atreverse con las dificultades, los miedos.
Hay que disfrutar del esfuerzo per se, independientemente del resultado.
Hay que revertir pensamientos negativos.
Buscar el equilibrio.
Asumir limitaciones.
Aprender de las debilidades.
Hay que arriesgarse.
Ir a por todas, a por el “sí”.
Hay que soñarlo todo.
Darlo todo.
Intentarlo todo.
Porque con eso en mente, solo se puede ganar: en confianza, en conocimiento, en humildad, en satisfacción.
Por más que lo pienso. Por más que leo sobre motivación, inspiración, superación, colaboración, desafíos —gracias dios mío por haberme ayudado a encontrar una palabra que no acabase en “-ción»— termino pensando lo mismo:
Podrás tener ayudas, recursos o apoyos pero al final…
Sólo tú decides, cuando las cosas se complican, si seguir adelante o darte un respiro.
Tú decides tu actitud.
Tú eres tu mayor golpe de suerte.