Corriendo entre garzas, ranas y zarigüeyas en Buenos Aires

Ahora que ha llegado el verano al hemisferio norte, deambular por el hemisferio sur es puro placer, máxime cuando no se quiere pasar excesivo calor y acabar con la cara a punto de ebullición a poco deporte que se haga.
Hoy amanecí en Buenos Aires. Además, hoy tuve la gran suerte de disfrutar de una habitación con vistas a uno de los muchos muelles que salpican la costa bonaerense. ¿Lindo, no es cierto?
Pero lo mejor de estar en Buenos Aires no es tener la posibilidad de elegir entre vigilantes, cañones, medias lunas o bolas de fraile para desayunar.
Tampoco lo es vagar por las calles porteñas buscando librerías — aunque a mi particularmente me gusten más pequeñas, no puedes dejar de ir al Ateneo o a la Usina Dain — pasear por San Telmo rebuscando algún detalle para la casa en los locales vintage que proliferan por este barrio, darte una vuelta por el Centro Cultural Kitcner, descubrir la historia del cementerio británico —además de algunas de las esculturas y panteones de este camposanto— comer un bife en cualquier restaurantito regándolo con un poco de zumo de Carmenere.
Lo mejor de estar aquí es que iré al balneario.
Puerto Madero. /© 2016 Debourcieu Photography

Hasta mediados del siglo XX la hoy conocida como Reserva Ecológica Costanera Sur fue un gran balneario municipal instalado en tierras ganadas al agua en las que, confiterías, parques y unas increíbles vistas al Río de la Plata, iban de la mano. El éxito inicial de ese lugar de recreo fue tal que se mandó construir un conjunto de locales dedicados a la restauración. Hoy, algunos de los escasos vestigios que quedan de esa época son unas escalinatas que permitían el acceso al agua o el edificio que albergaba la antigua Cervecería Munich, con una arquitectura de lo más ecléctica.
Conforme fueron pasando los años y creció la contaminación de las aguas del río, el balneario cayó en desuso y acabó por desaparecer. A finales de los 70 el lugar se convirtió en la gran escombrera de la red de autopistas que se estaba construyendo por todo Buenos Aires hasta que la Naturaleza, una vez más, decidió tomar riendas en el asunto colándose entre humedales y cascotes, cubriendo la práctica totalidad de los residuos con una vegetación silvestre imparable.

Noray de Puerto Madero. /© 2016 Debourcieu Photography

Promovida esencialmente por diversas organizaciones medioambientales, en 1998 nació finalmente la Reserva Ecológica Costanera Sur, el espacio de mayor biodiversidad de la ciudad de Buenos Aires. Visitas guiadas diurnas y nocturnas o avistamiento de aves son algunas de las actividades que podrás añadir a la que te hoy propongo: trotar por los maravillosos senderos de la Costanera acompañad@ de garzas, cigüeñas, ranas, cigarras y un sinfín más de adorables bichos. Eso sí, no olvides que cierra los lunes o en caso de lluvias o de alerta meteorológica.

Teniendo en cuenta que si sumamos los 4 diques de Puerto Madero —cuya historia y museos se merecen otro post— recorreremos unos 2 km y que una vuelta completa a la Costanera por su perímetro más exterior tiene una distancia de unos 8 km, con la posibilidad añadida de perderte por senderos interiores, dejo a tu sabia elección decidir cuántos kilómetros quieres correr hoy.

Y después ya sí, podrás reponer con cualquiera de los deliciosos manjares que esta ciudad ofrece a todo el que quiera.

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