Cuando en mayo de 1931 la Casa de Campo es cedida por el Estado al pueblo de Madrid, lejos se estaba de imaginar que, 85 años más tarde, ese mismo espacio que ocupaba el mayor parque de Madrid iba a estar sembrado, no ya de huertos, arroyos, estanques o neveros como antiguamente, sino que estaría cuajado de personas recorriendo sus caminos y senderos, de forma sistemática unos, más errática otros, calzados y vestidos con unos complementos de colores estridentes, como solo saben serlo la indumentaria del running, sea madrileño o no.
La historia de la Casa de Campo comienza en 1561, cuando Felipe II traslada la Corte a Madrid y ordena comprar la casa de campo de la familia Vargas. Con el tiempo va aumentando de tamaño gracias a la incorporación de fincas anexas. Finalmente, con Fernando VI en el trono, el lugar es declarado Bosque Real debido a la proximidad del Palacio Real y el uso que de él se hace.
De sus edificaciones originales pocos vestigios quedan: restos de la Tapia, del puente del Ferrocarril, del Reservado, la Huerta de La Partida, varias fuentes históricas o del mismo puente de la Culebra. Lugar de notable interés al inicio de la Guerra Civil por establecerse allí el Frente de la Casa de Campo, aún pueden encontrarse restos de pasarelas, trincheras, baterías o fortines.
¿Cuántos de nosotros, deportistas o no, nos hemos parado a pensar que el mayor lugar de esparcimiento de los madrileños fue en sus inicios lugar de recreo…real? Bastante más grande que Central Park o Hyde Park, nuestra magnífica Casa de Campo nada tiene que envidiar a estos archifamosos parques. Además de una ruta de árboles singulares, la Casa de Campo cuenta con un Centro de Información y Educación Ambiental con visitas guiadas, proyectos y actividades. Además, existen gran variedad de iniciativas privadas para descubrirla siguiendo criterios medioambientales, arquitectónicos, históricos, etcétera.
Pero si hay algo por lo que destaca la Casa de Campo, por lo que me tiene subyugada sin remedio ni paliativos, es por su agreste naturaleza.
Cuando vamos dándole a la zapatilla no solemos detenernos a observarla con el detenimiento que se merece, pero si aguzamos vista y oído, podremos admirar cuanto nos rodea y disfrutar de correr entre ardillas, cotorras, gazapos, patos, zorros y algún autillo que se oye ulular al caer el día.¿Te animas ya a una tirada por el Bosque Real?
Empezamos desde Aravaca, desde el acceso que hay en la urbanización Rosa de Luxemburgo. Podemos hacer tiradas desde 5 km con cualquier recorrido de ida y vuelta hasta 10 km si nos dirigimos en línea recta por el Paseo de Piñoneros hasta el lago. Si eres más de apretarte 15km tienes al menos dos opciones: dejar el lago a tu derecha y desviarte hacia la izquierda para acceder a Madrid Río, intentando evitar los fines de semana en los que se pone de bote en bote. También puedes buscar la tapia de la Casa de Campo nada más cruzar el puente sobre las vías del tren. Una vuelta completa son 16 km con bastante subidas y bajadas.