Un viaje a Hawái ante todo es —además del sueño de miles de parejas y la meca del surf y el triatlón— una experiencia mítica e inesperada.
A primera vista, Hawái es uno de esos lugares paradisiacos en el que tumbarse en una playa impresionante de fina arena, bajo un cocotero junto a una bebida con pajita y sombrilla. Pero más allá de los collares de leis, el surf o el turisteo de playa, a poco que te dejes llevar, Hawái esconde un encanto difícil de describir. El estímulo que provocan un agua salvaje y una naturaleza desbordante, sumado a una increíble sensación de espiritualidad, energía y equilibrio que los hawaianos denominan mana. Aquí parece que todo fluye. El famoso aloha —que igual se usa para saludar que para hablar de amor o de comunión entre cuerpo y mente— todo lo abarca.
Hawái es el término usado tanto para denominar al conjunto de islas que conforman el archipiélago —más de 140 para l@s interesad@s en datos— como a su isla más grande, conocida también como Big Island. ¡Aquí van siete enclaves ineludibles para aprovechar tu viaje a tope. Si te interesa, podrás encontrar más reflexiones, comentarios, vocabulario, consejos y una fotogalería completa en el próximo post sobre Hawái. Si lo prefieres puedes contactar conmigo por mail para ampliar la información.
- Kailua Kona
- Valle de Waipio
- Bahía de Kealakekua
- Mauna Kea
- Parque de los volcanes
- South Point
- Hilo
Kailua Kona
Si no te van los resorts y el todo incluído —en cuyo caso te recomendaría mirar aquellos situados al norte de la ciudad—Kailua Kona es el lugar ideal para cualquier estancia en Hawái. Aquí encontrarás todos los servicios que puedas necesitar: supermercados, farmacias, restaurantes, tiendas, agencias, etc. En muchas sentidos Kona es como un gran y turístico pueblo americano de precios desorbitados. Si además tu viaje coincide en fechas con el campeonato del mundo de triatlón de larga distancia, el mítico Ironman de Kona, la testosterona que corre por sus calles se apodera irremediablemente de ti y te entrarán unas ganas tremendas de hacer cualquier tipo de deporte.
En Ali’i Drive, una de las principales arterias de la ciudad que se extiende a lo largo de 10 kilómetros de costa, se concentra la mayoría de hoteles y condominios en los que poder alquilar un apartamento con vistas al mar a precio razonable —entiéndase razonable según estándares hawaianos, caro de narices—. En Ali’i Drive podrás para subirte a una tabla en cualquiera de las calas que te salen al encuentro, interactuar con la comunidad local, descubrir el fondo marino a golpe de tuba e incluso iniciarte en el hula, baile típico hawaiano. Esta calle también alberga un sinfín de restaurantes como el emblemático Ocean Sports Bar & Grill —para desayunar o picar algo en la zona comercial mientras ves algún evento deportivo— o el más discreto pero delicioso Da Poke Shack, pequeño local relajado, más alejado del centro y en el que, por poco menos de 25$, puedes tomar alguno de los pokes más sabrosos de la isla.
Waipio
Unas 2 horas de conducción separan Kailua Kona del Valle de Waipio. No son muchos kilómetros y las carreteras son buenas, sin embargo el cambio de paisajes y de micro climas produce la impresión de haber recorrido grandes distancias. Llegados al mirador Waipi’o Black Sand Beach North, ahí donde se acaba la carretera, te espera una sobrenatural playa de arena negra. El camino de bajada hasta la playa tiene tramos de 25% inclinación así que, si no optaste por un 4×4, no te arriesgues a despeñar tu coche de alquiler por un terreno que se enfanga con 4 gotas de agua. Disfruta del paisaje, del recorrido hasta la playa o de un remojón con bañistas locales en la desembocadura del Wailoa y el Hili’iawe, dónde el agua dulce de dos estos riachuelos se une a las furiosas olas del Pacífico.Si sientes la tentación de recorrer el interior del valle, ten en cuenta que es propiedad privada y existen muy pocos senderos son públicos.
En cualquier caso, te hayas ganado o no el sustento diario, de regreso a Kona te recomiendo parar en Waimea, encrucijada de caminos donde puedes disfrutar de una sabrosa degustación de cervezas en Big Island Brewhaus o , en el hipotético caso de que te hayas cansado ya de tanto pescado y marisco, puedes saborear una fantástica carne de cordero en Merriman’s.
Bahía de Kealakekua
El monumento al supuesto descubridor del archipiélago hawaiano —digo supuesto porque existe la teoría, bastante extendida y reforzada por cartas marinas del siglo XVI, de que fueron unos españoles los que primero se toparon con estas islas— erigido en el lugar en el que murió el Capitán Cook no tiene mayor interés, pero la bahía en la que se encuentra, Kealakekua, es parada obligada.
Teóricamente el buceo en esta zona está restringido y solo puede hacerse contratando los servicios de un barco especializado. Sin embargo, si tomas el desvío hacia Napo’opo’o desde la carretera principal , podrás contactar con un alguno de los alquileres no anunciados de kayaks de Kahauloa Road. Un par de horas bastan para cruzar la bahía, acercarse al monumento desde el mar, hacer esnorkel, disfrutar de un increíble fondo marino y con suerte, nadar con delfines.
Para rematar el día, puedes visitar Puuhonua o Honaunau, antiguo «lugar sagrado de refugio» en el que se celebraban las ceremonias de absolución para aquellos hawaianos que habían incumplido las leyes sagradas. Un auténtico baño de cultura y arte locales.
Mauna Kea
Para encaminarte hacia el punto más alto del planeta —sí, yo también creía que era el Everest, pero los hawaianos se otorgan ese récord al hacer las mediciones desde la base subacuática de la montaña hasta su cima — desde Kailua Kona, puedes tomar 2 caminos: el corto, por la autopista Daniel Inouye, o el largo, por Saddle Road, recorrido bastante más pintoresco que te recomiendo. Situada en el ojo del huracán por la construcción del decimocuarto telescopio que albergaría la cima de este volcán inactivo, tanto el centro de visitantes como su carretera de acceso están cerradas al público por el riesgo de altercados entre científicos, ingenieros y la comunidad local, para quien la cima de Mauna Kea representa uno de los lugares más sagrados de la isla, aunque oficialmente se encuentra cerrada por el trasiego propio de la obra. Cuando se vuelva a abrir el acceso, una vez pasado el centro para visitantes, la cima se encuentra a unos 10 kilómetros.
Al igual que en Waipio, se trata de un camino de fuertes pendientes solo apto para vehículos todoterreno o para recorrer a pie —mucho ojo con el seguro del coche en Hawái—. El área circundante a la cima del Mauna Kea puede visitarse desde media hora antes del amanecer hasta media hora después del anochecer. Es imprescindible hacer bien los cálculos y tener claro que se está accediendo a una zona de alta montaña — 4002 metros — sin balizar. Sin embargo, en días despejados, las vistas bien merecen la pena. Una gran opción para despreocuparte de todo es contratar una visita guiada con observación de estrellas incluída. En Mauna Kea Summit Adventures organizan un tour muy completo y ameno.
Parque Nacional de los Volcanes
A pesar de ser uno de los enclaves turísticos más populares e indispensables de la isla, el parque es de tales dimensiones que en ningún momento sentirás el aturdimiento de la muchedumbre. Eso sí, prepárate para gastar la suela de tus zapatillas porque cuando visites el parque vas a caminar con mayúsculas. Situado a unas 2 horas y media de Kona, si quieres aprovechar bien la visita, puedes alojarte en el propio parque, en hotel, cabaña o tienda de campaña —según gustos y presupuestos— alojamientos todos ellos gestionados por Hawaii Volcano House. Si prefieres alojarte en una zona con más servicios, Booking, entre otros muchos servidores, te lo pone fácil. En cuanto a comida, se puede picar algo en alguno de los food trucks dispuestos en el acceso al parque.
La entrada al parque es válida para 7 días. Tras la última erupción del Kilauea, algunos recorridos siguen cerrados o han desaparecido, pero aún se puede acceder a la cima de Mauna Loa, la carretera de los cráteres, las zonas de rocas sulfurosas, respiraderos y muchos senderos, como el espectacularmente desértico Devastation Trail. Algunas rutas son cortas, fáciles y accesibles. Otras sin embargo requieren, cuando menos, cierta pericia y forma física para brincar de roca en roca. Para información totalmente actualizada, posibles alertas o visitas guiadas , dirígete a la página de oficial del parque. Aquí dejo el enlace al plano del parque.
South Point
El fin del mundo no se encuentra en Finisterre, manque les pese a muchos. El fin de la tierra está en Ka Lae o South Point, el lugar más meridional de la isla, allá dónde los árboles llevan el peinado de Trump. El trayecto desde Kona se hace un poco largo, con kilómetros y kilómetros de línea recta y plantaciones de nueces de macadamia a ambos lados de la carretera hasta llegar al desvío—entre ganado y molinos de viento— que se convierte en camino de tierra roja que te llevará inexorable hasta el mar. Una vez ahí, las vistas son suficientemente sobrecogedoras como para olvidar el aburrimiento del trayecto y saciar las ansias de cualquier deseo viajero. Al igual que en Kealakekua, existen contradicciones entre lo que legalmente se puede hacer y lo que se hace de facto: se recomienda no saltar al agua por su bravura y sin embrago existe un punto ideado precisamente para eso, con una escalera metálica bastante insalubre para salir del agua y volver a tierra firme.
Dependiendo del tiempo y de las ganas que se tengan se puede escoger entre llegar hasta el mar en un todoterreno conducido por un local o caminar hasta el agua—2 kilómetros aproximadamente—y desde ahí seguir bordeando la costa por una pista hacia la izquierda hasta encontrar un promotorio de lava a los pies del cual se encuentra Papakolea, una de las 4 playas de arena verde que existen en el mundo. A pesar de ser una cala pequeña y en apariencia resguardada, tiene fama de tener unas corrientes bastante peligrosas. A pesar de esto suele llenarse los fines de semana.
Hilo
Con menos atractivo turístico que Kailua Kona, Hilo, situada en la Costa Este y por lo tanto en la zona más lluviosa de la isla, no deja de ser el centro administrativo, político, cultural e industrial de Hawái. Sus calles porticadas y su población multicultural le otorgan un atractivo muy particular. Aquí tiene lugar el mayor festival de hula del mundo, el Merrie Monarch, que todos los años reúne en primavera a miles de bailarinas, profesionales y aficionadas, en un festival de dimensiones galácticas. Cuando pases por Hilo no puedes dejar de comer alguno de los pokes más deliciosos y frescos de la zona en Suisan.
Algo más al sur dentro en la región de Puna se encuentra uno de los pueblos que más rollo bohemio moderno irradia, Pahoa. Parece un pueblo sacado del Oeste americano cuyas fachadas hubiesen sido pintadas con colores encendidos. Cualquier viaje que se precie debe incluir cierta dosis de sorpresa y en mi caso esto ocurrió al buscar el camino hacia la costa. En algún lugar cercano a Na Kapuna me perdí y me adentré en un bosque tropical de vegetación exuberante y letreros que indicaban que me hallaba en un lugar sagrado de sepultura. Por respeto—tal y como requiere la comunidad local para todos sus lugares sagrados— ni me adentré por los caminos ni tomé fotos. Solo puedo decir que el recorrido mereció la pena. Finalmente, encontré el faro del Cabo Kumukahi, el más oriental de toda la isla, que alberga una curiosidad: un medidor de la calidad del aire cuyos datos quedan recogidos en el observatorio Mauna Loa. Respira hondo porque estás en uno de los lugares con el aire más puro del mundo. Aún a riesgo de dejarte los tobillos por el camino, no dejes de llegar hasta el mar y disfrutar de la rompiente.
En cualquier caso, independientemente de la pureza del aire, y de todo lo que hayas podido leer, si lo que te va es la vida tranquila, la desconexión del mundo occidental, la búsqueda de tu «yo» más auténtico y una increíble conexión con la Madre Naturaleza, en Hawái habrás llegado al sitio perfecto.
E holoholo kakou